31 de marzo de 2009

Nocilla Dream, cerámica deconstruída y casino


Cuando iba a casa de mis amigas sus mamás tenían armarios acristalados en el salón, con figuras de cerámica dentro. Pastorcillas suizas, perros dálmatas, palomas de la paz, saleros con la forma de determinada montaña. Gallinas autobuses frutos Torres Eiffel. En mi casa no había nada parecido, a un ser por un breve período tras la Navidad, cuando mi propia madre recibía fruteros de colores y pastilleros esmaltados. Las mamás mismas eran distintas, con mechas y collares larguísimos de perlas a los que apetecía largar un bocao. Pero la cerámica ya no es cerámica. He tenido que ir a ver La Terraza del Casino de Madrid para un curro, y me encuentro con que Jaime Hayón ha rehecho de la Terraza el patio de recreo de un niño loco, exclusivamente en bicolor: en él, bajo grandes arañas de metacrilato, vuelvo a encontrarme aquellas figuritas de la vitrina intocable, pero desfiguradas, asimétricas, inquietantes. Payasos blancos o negros destilados por el gusto sádico de quien lucha contra la costumbre visual de los objetos prácticos. Metaestética, robo, secuestro y desarticulación. Me informo y veo que otros artistas andan en lo mismo, en la cerámica deconstruída de tintes negros. Caballos de dos cabezas observados por niñitos de Barnaby Barford, tetrabricks de leche possoviéticos de Maxim Velcosky y discordancias en un Lladró que intenta rebajar la edad de su público objetivo desesperadamente contratando a Bodo Sperlein para diseñar pimenteros con fragmentadas cabezas de gallo.

La novela es una cerámica que no se crea ni se destruye, sólo se transforma.

Tengamos sentido del humor. Ante la remezcla (de una canción, de un filme), una reacción hostil siempre empobrece el objeto. Está bien el nombre de Nocilla para esta nueva generación. La mejor manera que encuentro últimamente para ilustrar la disposición arquitectónica del mundo, su caos, es a través de un análisis de la forma-contenido. ¿No era Bajtin el que decía que el único centro evaluativo posible de toda la contemplación estética caótica que es la vida es el limitado ser?. Leer es hoy una relación sujeto-sujeto. Señores lectores, se espera mucho de su parte. Y déjenme que apunte algo: a lo mejor no importa quién escribe todos esos fragmentos incluidos en el Nocilla Dream o en el Nocilla Experience, ni siquiera importa si los ha organizado Mallo, al igual que los ceramistas citados toman, rompen y recomponen sus piezas. Ya sólo queda la posición del sujeto estético, y da igual que éste sea autor o contemplador. Empatía y distanciamiento, es la fórmula. La empatía de tantos sándwiches en la merienda, la extrañeza de su lejanía en el tiempo. Y en esa tensión puede estar la pregnancia, la consumación estética de la propuesta, en la afirmación y la formación de unos pedacitos encolados mediante empatía.

Yo miraba desde La Terraza del Casino hacia los aúrigas de la Calle Alcalá, con mi segundo Dry Martini en la mano, a las doce de la mañana, y pensaba en cómo todo ese enorme espacio posmoderno, como un ajedrez onírico, es una remezcla del pasado rancio del propio Casino. Su particularidad es que, al romperlo y reconstruirlo, transfiere esa realidad a otro plano valorativo, a una unidad nueva, pero sin anular lo conocido y valorado: las arañas de cristal, las chaise longues. Como dice Astrud: todo es lounge, todo es lounge, todo es lounge. Menos mi vida, mi vida es más bien Lynch.

19 de marzo de 2009

José Daniel Espejo. Día del padre.

Trabajaron./ Estuvieron cansados./ Agrandaron minas agotándolas y jamás/ se enorgullecieron de eso./ Se casaron y amaron a personas de forma/ muy parecida al modo en que los árboles/crecen/ y encendieron cigarrillos mientras el mundo/ se derrumbaba frente a ellos./ No estoy aquí para decir que la vida/ no los trató con justicia./ Sólo sé/ reconozco/ acepto. Mi carne,/ mi familia.
Jose Daniel Espejo, Los placeres de la metereología.


Hoy es
Un día raro.
Tengo ganas de escribir
pero he olvidado
cómo se empieza.

Saco las antiguas Sibila
números atrasados

diferencias en el gramaje que delatan un colapso.

Escribo dos post, bebo martinis
y me fumo los cigarros
que has dejado 
en línea sobre la mesa al ir al trabajo.

Hoy es fiesta.

Gilgamesh, Virginia, al final cojo a José Daniel Espejo.

Apago el móvil. Es demasiado de día. Leo en la cama.

Últimamente pasa algo raro con mi cerebro, algo a lo que no me tiene acostumbrado.
Corrijo mentalmente las sílabas de lo que oigo.
Lo hago en los anuncios las películas el telediario.
La gente habla y yo le miro los labios y pienso
- qué lástima, esta palabra lo habría cerrado.
Lo traduzco, incluso, si creo que eso mejora algo.
Estábamos sentados en la cocina y ella recogía los platos
(recuerdo esto mientras el vecino sigue practicando con el bajo).
Él contó que su padre comerciaba con grano.
Compraba a los agricultores, almacenaba,
Revendía a los colmados.
Le colocaron una partida húmeda
y él y sus hermanos se pasaron días dándole vueltas, aireándolo,
pero estaba estropeado. El comprador no quiso el grano.
El vendedor dijo a su padre que no se hacía cargo.
Lo metieron en la cárcel, y enfermó del hígado.
Escribía cartas: Paca, mira lo que nos ha pasado,
gente que no ha hecho nunca ningún daño.
Coge un cigarro y sigue hablando. El vendedor era el cabrón ése de Lodares,
el del famoso pasaje, mi lugar favorito de la ciudad
durante todos estos años.
Él sabía que el grano estaba pasado.

Su padre murió en Jaén, encerrado,
cuando él tenía 13 años.

A la última calada añade: una vez, cuando trabajaba en la Caja,
el hijo Lodares vino a mí
(hijo contra hijo, ahora)
no podía con los créditos, estaba endeudado.
No puedo hacer más por ti de lo que está estimado:
Papeles y burocracia.

El hombre que hablaba es mi padre.
El hombre del que habla mi padre, es su padre.
Soy la sangre de la sangre
del hombre del que él, en 31 años, nunca me había hablado.

Su nombre no ha sido mencionado.

The Reader.

La vida es un cristal que se va quebrando sin ruido. Una telaraña que va conquistando sus milímetros. Intercambios, de principiante a adulto, de adulto a principiante. Somos los mismos individuos en un juego de reflejos, la misma persona enfrentada a sí misma, con distintos años, en distintos bandos. Somos los asesinos que aman el baño, o la ropa limpia. Me hace pensar en lo afortunado que es alguien que puede leer. El amor por la palabra, por el relato último. Las historias nos cruzan y nos cosen, y sin embargo nosotros dejamos de responder con los años, rompiendo el tejido. En la juventud surgen nuevos órganos, nuevas capacidades sensibles que nos crecen y acabamos por lucir sin fuerzas, trabajosamente. Renunciando a ellas. Libros, palabras, como hojas de otoño. Siempre fríos, siempre de perfil.
Cómo todo es memoria, y no todas la deudas pueden ser saldadas.
Tómala y continúa. Sigue y date la vuelta, como si nada de antes respirara, como si estuviéramos aún en la recámara y a la vez, velando las armas. Nada recuerdas pero todo es vigilia, informativos nocturnos, recuerdos mudos. Manos, llaves y el viento de noche atravesando Malasaña. Sin fuerza una y otra y otra y otra, hasta estar de vuelta, tejiendo. Solos y jadeantes.

14 de marzo de 2009

Orlando, ¿quién teme a Virginia Woolf? 1928-1992

En el año 1992, L trajo a clase una cinta de vídeo en la que, escrito con Edding, ponía Orlando. Jimmy Sommerville salía cantando. Ahora releo. Las cosas fluctúan. Los días traen nuevas ideas, como las olas que el surfista calibra desde la orilla, monta o deja pasar de largo hasta que rompen. He dirigido ejércitos, he sido el último soldado. He sido mujer, he sido hombre. Los días varían, se convierten en siglos, mi corazón se tapiza en William Morris, mi mente pasea por el Imperio Turco. Veo y es lo mismo que pensar lo que miro. Agua, brillo, invento. Yo sí puedo decir que he vivido. Soy la princesa Sasha, soy el explorador Shelmerdine soy un noble soy un viajero soy un escritor de la crónica. Me duermo amanezco doy a luz: es niña. No sólo lo almodovariano es transgenérico. Los romances son un agua que desciende y sobresale. Correr tras el suelo que piso, cuál es mi viaje si soy yo mismo el que dice, el que ve y el que nombra. De Ariosto a Tilda Swinton en armadura. El tiempo es un truco. A critic´s holiday. The Great Frost, un invierno especialmente duro. Yo sí necesito 7 días de sueño.

 
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