13 de diciembre de 2008

Jorge Riechmann vs Superwoo

Me chiva mi amigo Javier Moreno que aparezco en una conversación dentro de un poema de Riechmann, esta vez con mi disfraz de Superwoo. No tengo el libro, pero consigo recordar algo al respecto y rescato ese poema, que es supongo al que se refiere Moreno, de un viejo blog de moda en 2005. Para los interesados, se trata de la colección de poemas Rengo Wrongo (ed. DVD, 2008).


¿Quién es Wrongo?

Wrongo hizo la mili
con el soldado Schweik

aprendió a montar en bicicleta
con Alfred Jarry

y fue iniciado
en el más salvaje erotismo
por Emily Dickinson

Con tal colección de antecedentes
no debería sorprender
que sus capacidades de adaptación social
dejen que desear




Ha llegado el momento
--estimaron Fiodor Dostoievski y Gabriel Celaya--
de tirarles una botella a la cabeza

Pero en vez de eso
cogieron la botella
y se sirvieron una copa*
dispuestos a urdir una alegría provisional

Wrongo no anhelaba
sino que le dejasen sentarse
a aquella mesa jovial y grasienta




Wrongo no desdeñaba ligar
con Baudrillard.
Solían compartir alcoholes fuertes.
Ninguno de los dos soportaba al otro,
eran inseparables.
Donde uno no se despegaba de la ginebra
el otro no admitía más culto que el chinchón seco.
Si B razonaba sobre posmodernidad y ketchup
W replicaba con humanismo y buen tinto
dando un rodeo a través del síndrome
del restaurante chino.*
Si uno bromeaba con sus apellidos World Business
el otro replicaba a base de Bicentennial Workers.
Baudrillard y Wrongo estaban convencidos
de que cuestiones indecidibles y malentendidos indescifrables
constituían el fundamento más sólido
para las buenas amistades




Wrongo viajaba en globo por todo el Globo
y al poeta y radiólogo Fernández Mallo
mandaba una postal desde cada aeródromo
con el mismo lema siempre: ¡manda carallo!




Wrongo era de aquellos
incapaz de ser miembro de una cofradía
que lo aceptase como miembro

Consecuentemente
había fundado con sus semejantes una cofradía
para el estudio de la teoría de conjuntos
y para la práctica de las alucinaciones




¿Recuerdan
a aquel famoso cojo de nuestra celebrada Transición,
el Cojo Manteca?

Su rastro se pierde
después de aquellas movidas protestas de estudiantes
en la segunda mitad de los ochenta

Pocos saben que Wrongo estudió con él
taichí
en un monasterio cenetista

y que ambos fueron los responsables
de los inexplicables paranormales exorcismos
que sacudieron el Valle de los Caídos
el último día de 1999

Fue aquella proeza metempsicótica lo que logró evitar in extremis
el fin del mundo por el “efecto 2000”




Wrongo tomaba el vermú
con Superwoo


En el origen del vínculo
de nuevo un malentendido:
ella le dijo que se dedicaba al branding**
y él entendió que le daba al brandy.
Cuando se dieron cuenta del error
ya era tarde para cambiar la música

Así que cada domingo por la mañana
abordaban peliagudas cuestiones teóricas:
¿hay más poiesis paleohelénica en el tabanco de los guardianes de marca
o en las destilerías jerezanas?
¿Se conservan datos de las pruebas de alcoholemia
practicadas a Empédocles?
Si la realidad real ha muerto
¿durante cuánto tiempo le siguen creciendo las uñas y el pelo?
Y al realista ingenuo que llevamos dentro todos
¿bastará con castigarle con las orejas de burro
en el rincón sarnoso de la clase
o será menester considerar soluciones quirúrgicas?

Al cabo de no mucho los superiores de ella –sector privado,
notoriamente tacaños en I+D+i—
cortaron los fondos de su investigación.
La calidad de muchas raciones de calamares
en diversas terrazas
quedó por elucidar

Las chicas posmodernas son complicadas,
cibereros y teletánatos suelen quedar en nada




Wrongo nunca le rechazaba un anís
al músico Genís.
Los dos pedían chinchón seco
en memoria de Pepe Hierro.
Un día de juerga y otro y al tercer día
los derrumbaba una insaciable melancolía.
Qué malos son nuestros poetas cantaban a dúo
(pero los dos sabían
que la poesía
no tiene historia sólo tiene futuro).
Y entonces llegaba
inevitable la pálida madrugada
de las preguntas lerdas:
¿cómo escribimos poemas de izquierdas
sin que se note tanto que son tales
y nos expulsen de los 40 Principales?
¿Cómo se conjuga Brecht
con el buen jerez
de forma que entre líneas se mantenga
suficiente brasa y lumbre para nuestra hoguera?
Y sobre ella acababan inclinados
calentándose las manos
como hermanos deshauciados




Wrongo bailaba bachata
con Ángel Zapata.
A los dos les gustaban los limericks
y los Quaderni della carcere de Antonio Gramsci.
Compartían algunas perversiones políticas
y ciertas (pero menos) desviaciones psicoanalíticas.
Bailando y conspirando transcurría el día:
de la taberna salían por separado
temiendo de sus amigos los halagos
y los aplausos de la policía.


Jorge Riechmann

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