R me pasó este vídeo. Consejos ante el ataque de una posible bomba atómica. La mezcla de paternalismo, ignorancia y optimismo lo hacen fascinante. Me trajo a la cabeza Sin Noticias de Dios, de Coupland. Estuve echando un vistazo por la red y vi que lleva un blog en el New York Times. En la última entrada compara la fabricación por parte de las avispas de nidos de pasta de papel con las actitudes de los humanos frente a los libros. No sólo eso, sino que aporta fotografías de obras gráficas realizadas por él mismo, nidos a partir de ejemplares de Generación X y otros.
Me gusta Coupland. No todos los libros, cada uno difiere mucho de el anterior. Pero me recuerda cuando ingenuamente pensaba que los géneros se estaban refrescando. No es cierto,: los géneros son únicamente estructuras mentales con el objetivo de ordenar. Las obras no pertenecen a ellos. Las obras se contaminan de diversos géneros y disciplinas, se dejan atravesar.
[Los géneros literarios] sirven al propósito básico de introducir la heteroglosia en la novela, de introducir las numerosas y diversas lenguas de una época. Los géneros extraliterarios (los cotidianos, por ejemplo) se incorporan a la novela no para “ennoblecerlos”, sino a causa de su extraliterariedad, de su capacidad para introducir el lenguaje no literario (y hasta dialectos). Es precisamente esta multiplicidad de lenguajes de una época lo que debe representarse en la novela”
Batjin, “Discurso en la novela”.
Coupland, en su página, cuenta que es artista visual, algo que desconocía pero no me extraña. Polaroids from the dead está escrita a partir de fotos, y aparecen fotos en dibujos suyos en Sin Noticias de Dios, unos textos que crean la ilusión secuencial de un viaje. Pluralidad de paradigmas que simbolizan la generación calificada por él mismo con una X. Resulta estimulante el cruce de alicientes e incensivos. Su dedicatoria a Michael Stipe. En estos libros y otros (como Planeta Champú o All Families are Psychotic) usa un código supuestamente tranquilo, cotidiano, con un falso estilo coloquial de ventiañero aburrido por los noventa, pero revienta por todos lados a través de la acumulación de imágenes de una América mimada y vacía. Es más que un escritor fácil. Se separa violentamente de lo dado y lo vivido, liberado de la aborrecible realidad que va dejando atrás en la carretera, junto con su vida.
De este libro recuerdo los testimonios de varios personajes en el momento del estallido de la bomba atómica. Recortes como postales aburridas de gente en oficinas, en Mc Donalds, en un atasco, en un centro comercial. La muerte como la Gran Democracia Final. También me gusta la parte del viaje en coche, con su hija.
Una vez, cuando trabajaba en las afueras, un compañero me llevó en coche a casa. Atropellamos a un animal y cuando me tapé la cara él dijo:
Anexo 1